Por Julio Viso
En la actualidad, la palabra Revolución, en el contexto de los estudios sociales, se suele relacionar con movimientos políticos de izquierda. Pero no siempre fue así. Los términos de Izquierda y Derecha existen sólo a partir de finales del siglo XVIII. Antes de ese siglo existían formas de gobierno donde parecía que predominaban tendencias más inclinadas hacia lo que hoy se conoce como la Derecha, pero por entonces no se clasificaban de ese modo, simplemente eran denominadas reinados, gobiernos, principados, entre otros, en contraposición con el pueblo gobernado. Estos términos se comenzaron a utilizar a partir de la Revolución Francesa en 1789, después de haberse convocado la Asamblea Nacional Constituyente, en donde se discutió la organización del nuevo gobierno republicano que tendría el país, luego de haber sido derrocada la monarquía. En los primeros encuentros, los grupos de delegados se reunieron según sus posturas políticas. A la izquierda del presidente de la asamblea, se agruparon los que estaban a favor de cambios más populares y democráticos, a favor de la soberanía del pueblo, los que querían romper, de manera definitiva, con el antiguo régimen de la monarquía. Aquellos que tenían ideas más conservadoras y que querían seguir ligados, en ciertos aspectos, al antiguo régimen, se concentraron a la derecha del presidente. A partir de ese momento histórico estos términos contrapuestos se comenzaron a usar según lo que defendía cada grupo en la Asamblea. Ahora bien, es importante entender el significado de la palabra Revolución, para poder comprender lo que está sucediendo en el presente y por qué. El término revolución proviene del verbo latino revolvere que está compuesto de re, que significa “de nuevo”, y volvere que significa “girar”. Juntas significan algo así como: “girar de nuevo”. Por esa razón, a las vueltas que dan los cuerpos celestes alrededor de un punto céntrico, se les denomina revoluciones. Ahora ¿Esto qué tiene que ver con el ámbito político? Mucho, como se intentará mostrar. Las revoluciones, a lo largo de la historia, son vueltas, pero no circulares sino más bien espirales. Es un concrecer constante, porque las vueltas no son iguales, sino que se trata, en palabras de Hegel, de un “superarconservando”. No es como se piensa, generalmente; de un cambio abrupto sino que las revoluciones están profundamente ligadas al contexto que las precede. De hecho, ese mismo contexto es su causa. Se trata de una fuerza dialéctica que impulsa el cambio social y el progreso, en una relación dialógica de causas y consecuencias. Antes del siglo XVIII, no sólo existían tendencias políticas inclinadas hacia posturas totalitaristas, como la monarquía, que era la forma de gobierno “natural” de Europa, sino también formas de gobierno con inclinaciones menos autoritarias y más democráticas.
Maquiavelo, en sus Discursos, había indicado que “el pueblo, cuya máxima aspiración es la de no ser dominado ni oprimido por los Grandes de la ciudad, ama la libertad porque ella es para él condición para vivir seguro, esto es, protegido contra el sometimiento y el abuso del poder”. El pueblo, como dice Maquiavelo, desea su libertad y no ser oprimido por los más poderosos. Busca seguridad y protección contra el poder reinante para vivir en libertad y no padecer de los abusos de los que poseen el poder. Maquiavelo expone la voz y el deseo de los oprimidos, lo devela y lo hace importante, es decir, le da un peso contundente, en lo que se refiere a la política de un Estado, que es garantizar la seguridad y la libertad de su pueblo. Por su parte, Spinoza, en el siglo XVII, describe las tres formas de gobierno imperantes de su época, a saber: la Monarquía, en la que el poder recae sobre un solo hombre, que es quien dicta las leyes y las hace cumplir. Un tirano no elegido que hereda el poder de forma filial y consanguínea. La Aristocracia, es denominada “el gobierno de los mejores”. Son los representantes de las familias más importantes de un determinado estado, los que gobiernan eligiéndose entre ellos y conforman una asamblea que se encarga de promulgar las leyes y de gobernar. Estos se someten a una elección para formar parte de la asamblea de la aristocracia. Y la última, la que propone Spinoza en su Tratado Político, es la Democracia, que es el gobierno del pueblo, donde el mismo tiene participación en el estado y también en la selección de los gobernantes. Para Spinoza, las formas de gobierno son mejores en tanto y cuanto tendieran hacia la Democracia, ya que consideraba que este gobierno es el más justo, el más eficiente, el que garantiza la mayor seguridad contra el abuso del poder y de la libertad. Hoy en día los venezolanos hemos perdido las cosas más importantes que nos debería procurar el estado: la justicia y la libertad. Ese estado debería garantizar nuestra protección, pero está generando todo lo contrario. Así como la Revolución Francesa es hija de toda la represión y la tiranía de las monarquías europeas y la izquierda hoy en día es un término del que rehúyen los venezolanos, así como todos los pueblos que han recibido sometimientos y abusos por partes de sus gobiernos que se manifiestan como revoluciones y movimientos de izquierda, disfrazando sus propósitos tiránicos y sus actos gansteriles -como los denomina José Rafael Herrera-, con las banderas de movimientos sociales y humanitarios, sólo por intereses económicos y militares de los países que enarbolan esas banderas con intereses comunes, que se alejan de una manera diametralmente opuesta del bienestar de su pueblo, sometiéndolos a una miseria y sufrimiento incalculable. Hoy se ha develado ante el mundo que las izquierdas han dejado de ser de izquierda y que las revoluciones ya no están relacionadas con estos movimientos, porque hoy hay una nueva revolución en Venezuela, hija de la tiranía y del gansterato de la mal llamada “Revolución Bolivariana”, que no es ni revolucionaria ni, mucho menos, de izquierda. Se trata de la Revolución por la Libertad, ligada profundamente al sufrimiento que los venezolanos padecen hace ya demasiado tiempo. Por eso, esta nueva revolución, que no parece salida de la izquierda ni vinculada con esta, es más revolucionaria que todas esas que se jactan de defender con palabras, con frases y discursos vacíos o a través de sus shows mediáticos, mientras reprimen a las mayorías o las encierran en las mazmorras de sus castillos tiránicos. Tratan de someter las voces de la protesta mediante la intimidación, la tortura y el asesinato. Al final, no lo podrán lograr. ¡Que viva la nueva Revolución venezolana!