¡Lo prometido es deuda! En este artículo voy a detallar algunos aspectos muy interesantes en el cuadro que he venido analizando.
En el panel izquierdo, el Bosco no elige el momento durante el cual Dios crea a Eva de la costilla de Adán, incluso, no se detiene en el momento de la seducción de la serpiente a Eva para que muerda la manzana; no, elige un instante sublime. Glorifica el minuto cuando Dios reúne a la pareja y honra la unión: toma a Eva de la mano y Adán, sentado en el piso, contempla deslumbrado a la maravillosa Eva, quien se muestra recatada, arrodillada y con la mirada baja.
En el plano superior observamos la Fuente de la Vida, el Árbol del Bien y del Mal, donde hay una serpiente enroscada, y un drago canario simbolizando el Árbol de la Vida. Se ve una gran cantidad de animales Están rodeados de animales, algunos en lucha entre ellos anunciando los futuros males del mundo. Estamos en el último día de la Creación. La escena de la unión entre Adán y Eva, bendita por Dios, tenemos a un Dios muy joven, tal como aparece de manera usual en la literatura holandesa del siglo XV, en la que la unión entre Adán y Eva es bendecida por una versión juvenil de Dios.
El Bosco añade en esta escena una suerte de presagio del diablo, quien asoma como una oquedad en el primer plano, de donde brota una profusa variedad de criaturas.
El fondo está representando las distintas formas de rocas y plantas de la Tierra, pintadas en tonos azulados; así mismo, podemos ver bandadas de diversas aves.
Hay un dato muy curioso referente a las aves, los mamíferos y animales exóticos, pintados en libertad; la presencia del unicornio nos hace pensar que lo conoce por los bestiarios medievales. Otro detalle muy especial es el madroño; junto a la Fuente de la Vida hay un oso abrazado a un madroño. Muchos han querido establecer una relación entre este detalle y el escudo de Madrid en la obra. No olvidemos que este cuadro también se le ha denominado la Pintura del Madroño. No guarda relación alguna con el escudo madrileño; en una publicación de El País, se puede leer un análisis sobre este símbolo que, como otros que suelen ignorarse en una vista rápida del cuadro, representa la lujuria: “Estos animales situados en el Paraíso son el paso previo al placer más terrenal, una puerta a lo prohibido. Por ello, hay una coincidencia de criterios que asegura que el oso y el madroño representan la lujuria. No tanto por el animal, que es un elemento más como sus homólogos vivientes, como por el árbol. La fruta, a menudo, es una alusión directa al placer carnal; y más concretamente en el caso de los madroños, cuyo color rojo evoca los deseos más impuros”.
Acerquémonos al panel central. Una verdadera sinfonía cromática. La escena está ordenada en tres planos: La parte superior está ajustada alrededor de la Fuente de los Cuatro Ríos del Paraíso Terrenal. A cada río le concierne una armazón muy peculiar. Dentro se ve con claridad una pareja que se acaricia y otro personaje enseña el trasero. No faltan las figuras de los acróbatas. No olvidemos que durante la Edad Media los acróbatas, al igual que los juglares, eran un manifiesto referente de la sexualidad; no es de extrañar tampoco la condena de la Iglesia a estos personajes.
En la línea central del panel se despliega de forma colorida y con mucho simbolismo la llamada cabalgata del deseo: obsérvese a los jinetes, quienes cabalgan a lomos de osos, toros, cabras, leones y van girando en torno de un pequeño lago, símbolo de la fuente del amor o de Venus; prestemos atención a mujeres disfrutando del baño en el estanque, llevan adornadas sus cabezas con diferentes atavíos a modo de sombreros: garzas, pavo real, que nos invitan a pensar que están a la espera de un encuentro amoroso. Hay un hombre que cede a la tentación y se zambulle en el agua.
No deja de ser sorprendente la aparición de personas de color negro, en clara alusión a diferentes razas. En los dos cantos inferiores del jardín hay sendas escenas que contribuyen a descifrar el significado del panel. Por una parte, varios de los personajes del cuadro miran hacia el centro, mientras que hay un grupo en la parte inferior izquierda que advierte la escena de Adán y Eva en el panel del Paraíso.
Veamos ahora el panel derecho que representa el infierno: Es el lugar donde los pecados son castigados; en el nivel superior el infierno está simbolizado como una ciudad en llamas; más abajo de estas llamas hay una figura de un cuchillo y unas orejas; esta figura es un indiscutible símbolo de un pene erecto que aplasta a varios desventurados, y representa de esta manera un castigo a la lujuria; en el cuchillo aparece la letra M, que ha sido interpretada como una alusión a antiguas profecías medievales; estas expresaban que el nombre del anticristo empezaría con la M. En el centro se ve lo que muchos consideran un hombre árbol, quien lleva sobre su cabeza un plato que sirve de pista para unos patinadores desnudos que acaban cayendo al quebrarse el hielo; es una clara alegoría al contraste entre el frío y el calor, considerado como uno de los grandes tormentos del infierno. La cara ha sido interpretada como un autorretrato, aun cuando hay algunos críticos que identifican ese rostro con Satán.
Además, el cuerpo del hombre árbol expone una taberna donde hay juegos y prostitutas; el cuerpo se encuentra apuntalado por dos troncos cimentados en barcas en una suerte de mar de aguas pestíferas.
Hacia el centro del infierno encontramos lo que se ha llamado el Infierno Musical, se distinguen instrumentos de música de tamaños exagerados como el arpa, un laúd, un órgano de manivela que en el infierno se convierten en instrumentos de tortura.
El más llamativo de todos es aquel que tiene escrita una partitura en el trasero. Los críticos señalan que es muy probable que sea una condena a la música como profana y que, en consecuencia, era el preludio a los actos de lujuria. A este detalle, hasta ahora ignorado, le dio voz una estudiante estadounidense de música y artes visuales. Amelia Hamrick, alumna de la Oklahoma Christian University, miraba detenidamente las escenas de El jardín de las delicias cuando resolvió reproducir la música de la partitura en “notación moderna” y grabarla al piano. Se le conoce actualmente y gracias a Hamrick como “La canción del trasero del infierno” (Óiganla en este enlace).
Los límites de un artículo impiden hablar de muchos detalles; de ahí que escogí las particularidades más significativas que, en cualquier libro de Historia del Arte, los pueden encontrar; de igual manera, recopilé datos de numerosos enlaces de las redes donde pueden ampliar lo comentado hasta aquí.
A este Infierno habría que añadirle los castigos que deben recibir quienes han condenado a millones de personas al hambre, la miseria, las enfermedades y la separación familiar.
Corina Yoris-Villasana
@yorisvillasana
Fuente: El Nacional
Imagen: Tríptico del jardín de las delicias EL BOSCO © Madrid, Museo Nacional del Prado. www.museodelprado.es